El 11 de diciembre se celebró la eucaristía de promoción de los alumnos de octavos básicos, en el Santuario María Auxiliadora. La misa fue presidida por el padre Darío Navarro, director de la Presencia Salesiana en Talca. La celebración fue una instancia para agradecer a Dios por lo vivido, al culminar una etapa en sus vidas como estudiantes de educación básica, y continuar formándose como buenos cristianos y honestos ciudadanos.

El padre Darío señaló que los alumnos comenzarán una nueva etapa y es tiempo de traer a la mente y al corazón los buenos momentos, desde la familia que el Señor les regaló, desde el CEST, sus profesores, sus compañeros, asistentes de la educación que los apoyaron, invitando a los jóvenes a ser humildes, sencillos y a no olvidarse de su formación salesiana.

“Ustedes están haciendo un alto en su educación, con una acción de gracias a Dios, porque es importante mirar nuestros proyectos de vida y ponerlos en presencia de Él, y descubrir que puedo ser mejor en Dios (…) Nosotros queremos entregarte lo fundamental, que con tus principios seas feliz, y la felicidad está dentro de tu corazón, y para nosotros está en Dios. Descubre lo que te hace pleno; descubre aquello que te va a llevar al sentido de tu vida; y que cuando llegues al último minuto de tu vida, puedas decir valió la pena vivir”.

Los alumnos de octavo básico dejan atrás una etapa de juegos, expectativas y comienzan otra donde se abren a nuevas experiencias, con los valores que su familia y el CEST les ha dado. En el momento de acción de gracias se realizó la premiación, donde se destacaron los alumnos por mejor desempeño: Maximiliano Rebolledo Martínez de 8°A y Octavio Reyes Valenzuela de 8°B; los alumnos por mejor compañero: Martín Llados Mellado de 8°A y Damián Carreño Carreño de 8°B; a los alumnos por destacarse en el espíritu salesiano: Pablo Quezada Rodríguez de 8°A y Octavio Reyes Valenzuela de 8°B; y al alumno que se destacó en ACLE ajedrez: Nicolás Albornoz Yáñez de 8°B.

El rector Reinaldo Castro saludó a los estudiantes y a sus familias, motivando a los jóvenes a tener muchos sueños que movilicen sus acciones y sus metas, desde la formación salesiana.

El padre Darío entregó la bendición final para todos, instando a los jóvenes a buscar la felicidad y a seguir formándose como salesianos.